La madrugada del 9 de marzo de 1914 se despertaba con nubes y el clima era amenazador,
sobre todo para cualquier actividad aérea. Pero al teniente Alejandro Bello eso le importó poco,
a pesar de que despegar desde el aeródromo de Culitrín no le garantizaba un feliz aterrizaje
en su destino que era Cartagena. Tal como ocurrió. El teniente Bello se perdió producto de la
mala condición climática, y hasta hoy, sus restos son propiedad probablemente del mar.
El objetivo ese día era conseguir el diploma de aviador militar que le permitiría cumplir el sueño
de toda una vida: volar. Bello sólo quería volar.
Para obtener el diploma los arriesgados aviadores debían cumplir en 48 horas el raid Lo Espejo - Culitrín - Cartagena - Lo Espejo.
Pasadas las cinco de la mañana el avión se encontraba en el cielo, pero con dificultades debido a la traicionera neblina
de ese lunes. Por esto, quienes competían por sacar el cartón de piloto, debieron regresar al aeródromo para esperar
a que las condiciones en el cielo mejoraran.
El amenazante clima no era inconveniente para el capitán Ávalos. La orden fue de seguir hasta cumplir el objetivo.
La llegada no representó mayores sobresaltos. El vuelo parece haber sido tranquilo a pesar de la blanca intimidación.
El viaje debía continuar. A las cinco de la tarde Alejandro Bello se despide del teniente Pérez, sin saber que la muerte
lo esperaba unos kilómetros al norte.
El teniente Ponce, uno de los compañeros de Bello que también realizaba el raid ese día, posiblemente fue el último
en ver al joven piloto con vida. Iban volando juntos, uno atrás de otro, cuando la niebla y la poca bencina obligó a
Ponce a buscar el potrero más confiable y a rezar la plegaria más clamorosa. Aterrizaje forzoso, pero aterrizaje al fin.
¿Y el teniente Bello?
De Bello no se supo nada. De Bello no se sabe nada. Un Bello día para perderse, el día más Bello para perderse
Mas perdido que el teniente bello .
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